Gracias a reconocer bien el comportamiento del cerebro cocodrilo o cerebro primitivo, muchos adultos y niños pueden hacer algo para no dañar a otros.
Es cuestión de información, simple pero difícil, porque cuando el cerebro primitivo toma el control, se lleva la razón por delante. También la empatía.
Por eso, es sumamente importante que en la familia se hable del comportamiento del cerebro cocodrilo, para no seguir aumentando el malestar de quien se encuentra así.
Se trata de cuidarnos a nosotros mismos.
Yo misma cuando era pequeña, reconocía a una persona fuera de sí. Mi reacción era la de quedarme quietecita hasta que pasara la tormenta. Cuando de mayor he comprendido que las razones por las que las personas perdemos las formas, ya llevaba muchos años teniendo la intuición.
Se puede funcionar con la intuición, pero no perdamos de vista nuestras neuronas espejo. Cuando veamos a una persona usando su cerebro primitivo, rápidamente nos pondremos en guardia cuanto menos. Cuanto más, quizá entremos en el mismo estado. Como dice mi querida María Docavo: en su Taller del Miedo cuidado con la «lucha de reptiles».
Cuando a mis hijos y mis alumnos les he hablado de mi propio cerebro cocodrilo, hemos podido crear una señal para que ellos me avisen en ese momento. Tenemos un acuerdo previo y les pido que lo pongan en práctica.
Tener un vocabulario común, en el que nos cuidamos de no ofender a quien no lo está pasando bien, y respetar su momento sin juicio, ha ayudado mucho a mejorar la conexión emocional en mi familia y en la escuela.
¿Cómo puede ser lo mismo reaccionar fastidiando a quien lo pasa mal, que dejarle tiempo y espacio para calmarse?
Pongo un ejemplo: Mi hijo pequeño (Ménor) con un montón de deberes por acabar en el confinamiento, se distrae muchísimo al estar haciéndolo todo solo. Sale de su cuarto de mal humor, incluso con ganas de llorar. Va a tomarse una chocolatina que había estado reservando y se encuentra a su hermano (Máyor) comiéndosela. Pues eso, se enfada.
¿Qué hace el hermano? (tengamos en cuenta que se siente juzgado) le quita importancia y le echa en cara su mal humor.
¿Cómo responde Ménor? se enfada aún más y empiezan a buscar árbitro en la pelea.
En este momento, de lucha de reptiles, mejor anuncio que veo a dos cocodrilos en acción. Simplemente haremos lo acordado previamente. Cuando estamos cocodrilos nos alejamos.
¿Por qué funciona esto? porque previamente hemos hablado del tema. ¿Significa que alguien es tratado injustamente? no, simplemente significa que encontraremos otro momento más idóneo para solucionar el problema.
La chocolatina ya no estaba, mi hijo pequeño estaba enfadado, mi hijo mayor también, pero ellos no siguieron discutiendo. En otro momento se explicarían mejor las cosas.
Tras un buen rato alejados y despotricando entre dientes, se fueron calmando.
No arbitrar también ayuda.
Ménor explicó a Máyor que estaba agobiado cuando salió del cuarto, que quería darse ese lujillo y que verlo a él, tan campante, le molestó muchísimo. Que ni siquiera lo comprendiera y se pusiera a la defensiva y quitándole importancia le puso peor.
Máyor le explicó a Ménor que cuando él se queja en voz alta cree que los mayores le vamos a regañar a él y nos vamos a meter. También se puso enfadado. Le explicó que se quedó cortado porque no sabía que la chocolatina la estaba guardando. Que no podía saberlo.
Se buscaron soluciones para las próximas chocolatinas, pero ya en un ambiente más tranquilo.
A veces me dicen los padres o los profes que esto es muy difícil. Puede ser difícil cuando no empleas tiempo en hablar y construir qué harás en esos casos. Sin embargo, cuando empleas tiempo en preparar las siguientes situaciones y, cumples con lo acordado, empieza a funcionar muy bien.
Otra dificultad puede ser que, ese hablar en otro momento, se convierta en no hablarlo nunca, con lo cual la conexión no se producirá y, la búsqueda de soluciones al problema tampoco.
Es importante saber cómo reconocer el funcionamiento del cerebro cocodrilo para poder tomar medidas previas y durante el momento crítico.
Más importante aún que nuestros hijos y nuestros alumnos puedan avisarnos de que estamos cocodrilos sin que peligre su integridad.
Invito a que me dejéis comentarios sobre qué cosas son las que a vosotros mismos, como adultos, os hacen saltar con el cerebro cocodrilo o primitivo.