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El cerebro humano. Tercer nivel.

En las anteriores entradas resumimos el funcionamiento de la capa más primitiva en la evolución del cerebro: El Cocodrilo con sus cocodrilismos, es decir, la forma más rápida y pro-supervivencia de comportarse en una situación de peligro. La siguiente capa, el Cerebro Mamífero, el Elefante, con las emociones, nos avisa de nuestra soledad y eso significa, por el momento evolutivo que representa, peligro, y puede significarlo pero no está en juego normalmente nuestra supervivencia. En la entrada de hoy nos ocuparemos de la capa más evolucionada, el Cerebro Humano.

La capa más evolucionada, el Cerebro Humano.

El Cerebro Humano, que corresponde al neocórtex y lóbulos prefrontales y es donde se desarrollan los pensamientos. Si en el Cocodrilo notamos las sensaciones o en el Elefante las emociones, en el Humano están los pensamientos, las creencias y valores más elaborados. Aquí es donde se cuece la parte más humana de nuestro comportamiento, y a la vez está intrínsecamente relacionada con las emociones y las sensaciones. De esta relación podemos dar buena cuenta cuando nos invade un pensamiento desagradable y nuestro cuerpo reacciona con sensaciones o emociones desagradables. Esta capa del cerebro es la última en madurar, podemos decir que aquí sí tenemos capacidad para influir, pues hasta los 32 años, según muchos neurocientificos, está desarrollándose más o menos lentamente.

Estudios relativamente recientes ya demuestran que no es tan determinante en el desarrollo de la funciones de cerebro Humano la carga genética como la exposición a un ambiente enriquecido, por lo cual, para aquellos padres que crean que dando a sus hijos buenos genes ya tienen el camino andado, lo sentimos mucho, no es así, hay que aportar muchas más cosas a la vida de nuestros hijos para que se desarrollen lo mejor posible. Sobre todo que tengan la oportunidad de la experiencia.

Podemos aclarar esta capa con un símil, sería la fase de la urbanización que está sin construir, pero tiene la ventaja que aún está uno a tiempo de decidir las calidades, la cocina, las habitaciones que quieres que tenga tu vivienda… Esta comparación me sirve para que tengamos en cuenta que aquí hay gran parte por escribir.

En la corteza cerebral encontramos diferencias importantes en cuanto al funcionamiento humano y animal. Se desarrolla el lenguaje, el razonamiento y lógica, se interpretan los hechos teniendo en cuenta más de un factor, la creatividad se desarrolla ahí, aparecen las ideas, la iniciativa y la introspección y, con ella, la capacidad de aprender sobre nosotros mismos y del mundo interior de los otros, lo cual es fundamental para la educación emocional.

En el Humano, en los lóbulos prefrontales, se desarrollan las funciones ejecutivas, estas son importantísimas. Se dan esas capacidades de razonamiento, previsión de consecuencias, planificación y organización, conseguimos ignorar los estímulos irrelevantes, mantener la atención sostenida y voluntaria, fuertemente conectada con el cerebro Elefante y la motivación. El cerebro Humano está orientado a las metas que nos propongamos y para avanzar en ellas seremos capaces de retardar la gratificación en pro de un objetivo ulterior, de adaptarnos a los cambios, de ser flexibles incluso para variar parte de nuestros planes, son funciones que nos harán avanzar.

Pero son la  empatía, el modelado de emociones y los frenos de los impulsos que nos vienen del Cocodrilo y el Elefante; no es casualidad que cuanto más chiquitos los niños, más difícil les resulta frenar sus impulsos, y cuanto menos educados los adultos, el resultado de sus frenos es más pobre también. Estas funciones son la piedra angular en mi trabajo con niños y adolescentes.

Otra función de mucho peso es la teoría de la mente, es decir, comprender qué está pensando otra persona en función de pistas que no son explícitas en las situaciones. Por ejemplo, si vemos a una persona que sale corriendo de su casa y de pronto se da la vuelta rápidamente y corre en sentido opuesto, podemos deducir que ha olvidado algo. En el trabajo con niños con dificultades en las habilidades sociales, notamos una dificultad en esta función y es muy desconcertante para ellos comprender muchas de las cosas que ocurren a su alrededor. Hace falta entrenamiento y mucha comprensión alrededor suyo para acompañarles en sus desajustes.

Con todas estas funciones por conseguir, tenemos que pensar en nuestros hijos y alumnos por ejemplo, como en un cerebro en evolución que viene sin saber planificar y organizarse. Así, esas habilidades que a veces los padres y maestros suponemos que los niños tienen, por ejemplo, que sepan autodirigirse en los estudios , lo normal es que necesiten guía para saber cuánto tiempo necesitan para hacer las cosas, de cuántas formas se puede memorizar, qué estrategias hay para aprender, cómo saber que saben lo que saben… Y no olvidemos en estos casos que los errores son las mejores oportunidades para aprender. Tendremos ,en este ejemplo de los estudios, que permitir un poquito que nuestros niños se equivoquen para que puedan analizar en qué han fallado.

Recuerdo de mi paso por Universidad que los profesores me decían «sin evidencia negativa no hay aprendizaje«, ¿qué quiere decir esto?, pues que para aprender hay que corregir, y más importante aún, corregirse, hay que fallar y rectificar, y sí, las personas que se equivocan aprenden.

Conclusión

Por último, recalcar la importancia de tomarnos esta división del cerebro en capas como un modelo didáctico y comprensible para observar a nuestros hijos y a nosotros mismos, y tengamos en cuenta que nuestro cerebro funciona como un todo y hay una relación inherente entre una funciones y otras. No obstante, en mi experiencia con alumnos desde 3 años hasta 16, conocer este funcionamiento ha sido revelador para ellos, ya que han podido autoobservarse en momentos de tensión y encontrar sentido a las sensaciones, emociones y pensamientos que experimentaban.

 

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