En la anterior entrada, «El Cerebro de Paul Mac Lean«, adelantaba parte del contenido que ahora nos ocupa. Nos centraremos en comprender que Cerebro Cocodrilo tenemos todos, y que tiene una particular forma de funcionar, pero muy común entre todos los mortales, la búsqueda de la supervivencia a toda costa.
Digamos que venimos con unos mecanismos de supervivencia bien puestos, que no necesitan aprendizaje. Compartimos estos mecanismos con especies como los reptiles y mamíferos. A ellos les sirve para lo mismo. Pensemos, por ejemplo, en un cocodrilo en su ribera del río en libertad, ¿nos lo imaginamos solo o en grupo?, ¿lo imaginamos sufriendo porque algún depredador se ha comido los huevos que puso a kilómetros el mes pasado?, ¿quizá lo imaginamos deseando compartir comida y espacio? Obviamente no, el cocodrilo necesita ciertos factores fundamentales para estar tranquilo y apacible. Por un lado, sentirse seguro en su territorio, que no venga ningún hipopótamo a importunarle, a comerse sus presas; tener una temperatura que favorezca la supervivencia; conseguir el alimento cuando tiene hambre; poder poner sus huevos para reproducirse, aunque el único reparito que ponen es enterrarlos, esconderlos, luego se van, no se quedan a sollozar de emoción cuando nacen las crías. Eso sí, la curiosidad está en este cerebro, cuando se activa, se descubren cosas nuevas gracias a ella y los otros cerebros se disponen a aprender del descubrimiento.
En el caso de que aparezca algo o alguien que amenace nuestra supervivencia, nuestro Cerebro Cocodrilo tiene un repertorio chiquito pero eficaz de conducta para enfrentar la situación. Puede hacernos huir, si la amenaza tiene tamaño o inteligencia para ganarnos; luchar contra el problema o paralizarnos para pasar desapercibido, esto es fácil de ver en una clase donde el profesor pide voluntarios para salir a decir la lección. ¿Nos van sonando estas formas de funcionar? También es una característica del Cerebro Cocodrilo ser ajeno al dolor de los demás, si se enfrenta, no para hasta que hace suficiente daño. Cero empatía.
Y ahora lanzo otra pregunta, ¿acaso los bebés, aparentemente indefensos, no se valen de su llanto para conseguir mitigar la cobertura de sus necesidades básicas de sueño, temperatura, hambre? ese llanto provoca la reacción de las personas que lo cuidan y ellos no paran de ofrecerles confort hasta que aciertan. Pues bien, nadie enseña al bebé a llorar, es su Cerebro Cocodrilo que viene con algunas respuestas a estímulos internos y externos programadas lo que hará que reciba lo que necesita.
Cuando pasan los años y nuestro Cerebro funciona a todos los niveles, seguimos teniendo noticias de nuestro Cerebro Cocodrilo cada vez que sentimos que nuestra seguridad peligra, solo que la respuesta es más sofisticada, y nos encontramos con insultos, gritos, amenazas, gestos desagradables, humillaciones… cuando el Cocodrilo habla quiere hacer pupa, muuuuucha pupa.
En el colegio, observo más muestras de cocodrilismo sin freno cuanto más chiquitos son los niños y tienen poco manejo de sus capas cerebrales superiores. Hay más muestras en los maestros cuanto más estresados están por las circunstancias, ya sean personales o profesionales. En los padres se observan mayor numero de respuestas de cocodrilismo a partir de las 9 de la noche, cuando estamos cansados de todo el día.
¿A qué llamamos territorio si hablamos del Cerebro Cocodrilo en nosotros? a nuestras pertenencias materiales, incluso nuestras ideas, nuestro rato de descanso interrumpido, nuestra tranquilidad inestable. En el cole vemos los cocodrilos cuando uno que pasa le quita la goma a otro, cuando el compañero se adueña de una idea, cuando se sienten atacados, porque sentirse atacado es fácil cuando en nuestra cabeza albergamos un cocodrilillo. En nuestras casas lo vemos rápido, cuando han de compartir espacio y objetos los hermanos, incluso cuando la pareja se cabrea por la poca manta que deja al otro, el territorio es seguridad.
También es seguridad nuestra posición corporal en el mundo. No hay más que ver una escalera del colegio a la hora de bajada al recreo, con hambre, y uno que empuja al otro….¿ay!, esa es una forma de poner muy muy Cocodrilo, hacer que pierda su estabilidad. O sentir dolor, esa es otra forma de conseguir malas contestaciones, gestos desagradecidos y estrés general, el dolor nos puede volver solitarios y antipáticos.
¿Y con la temperatura, el hambre y el sueño?, ¿conocéis a alguien que disconfort en alguna de estas tres necesidades no lo ponga desagradable? Imaginaos un día en un viaje, después de recorrerte una ciudad enorme tres veces, las ganas de llegar al hotel, de encontrar un sitio para cenar… y te equivocas de parada de metro… Cocodrilismo en estado puro.
Entonces, ¿de qué manera podemos ayudar a nuestro Cocodrilo o al de otro? pues podemos ponernos, ahora que no estamos Cocodrilos, a pensar en qué cosas necesitaríais para estar mejor en esa circunstancia. Quizá sea mejor dejar en paz al cocodrilo, cualquier cosita que digamos puede alterar más al reptil, quizá necesite alejarse de todo un rato, quizá prefiera hacer alguna actividad física que libere la tensión… pero lo que a mí más me funciona y me gusta aportar es un Tapping. ¡Bendito Tapping (EFT)! es la forma más rápida y respetuosa de subir la Escalera de la Mente.
En otros posts contaré cómo podemos hacerlo, y qué otras cosas hacer o no hacer con los Cocodrilos.
Ahora el trabajo es identificar nuestro propio Cocodrilo y, cuando volvamos a la calma, analizar qué provocó el Cocodrilismo.
Trini Prado Fernandez-Baca