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De niño tirano a colaborador en 3 pasos.

Cuando los niños se comportan tiranos y los padres agotan las herramientas que creían que funcionaban, la desesperación hace mella y buscan recetas que les quite el malestar a ellos y a su hijo. Aquí propongo una reflexión en 3 pasos para desmontar la tiranía y encontrar la colaboración.

Me encuentro con padres de niños de 4 o 5 años que ya se sienten sobrepasados por el desastre que es la convivencia con él.

Lo que describen es la tiranía del niño que no quiere, de ninguna manera, seguir ninguna instrucción. Ellos ya han probado las amenazas, los castigos, ignorarlo… Y nada.

Las maneras de demostrarlo son variadas: rabietas, enfados con amenaza de entrar en bucle y no salir, hacerlos pasar mucha vergüenza por desatar la rabia en público…

Esto no ha empezado solo ni se ha perpetuado por que sí. Esta bola no ha crecido sola.

Obviamente, hay más protagonistas en la historia, no solo el niño. Cada uno ha hecho su papel perfectamente para que el problema continúe y se aumente.

Podemos echarle la culpa al niño. Pensar que tiene mucho carácter, bueno, te lo puedes comprar hasta un punto.

Lo que puedes hacer, a pesar de que tu hijo tenga ese carácter fuerte, te lo cuento ahora mismo.

Primer paso: Tú y tus ideas.

El primer paso, el primerito, es que tú, padre o madre, te observes a ti mismo en esa situación y en los momentos buenos también, puedes hacerte las siguientes preguntas, coge papel y boli, un cafelito, respira y empieza:

  • ¿Cuándo empezaron las luchas?

Puede que la cosa venga desde lejos. Desde que le cambiabas el pañal y le daba un coraje tremendo. Lloraba y se quejaba, pero como tenía poco peso, aún lo doblegabas y acababas cambiándolo, por pantalones. O puede que, desde que recuerdas, la hora de la comida haya sido un periplo insufrible.

Piénsalo y toma nota. Verás que estas respuestas te pueden dar una perspectiva del tiempo que lleva esta situación fraguándose.

  • ¿Qué opinión tienes tú sobre el enfado de los niños?

Este punto es muy importante. Sé sincera/o, ya que nadie suele quedarse indiferente ante un niño que no hace caso y te desafía o te agrede. Las respuestas a esta pregunta tienen un sesgo cultural importantísimo y de mucho peso. El enfado está muy denostado y se asocia con la mala educación.

Pero recuerda, el cerebro de tu hijo está en desarrollo y hacen falta años para entrenar los frenos a los impulsos. A unos niños les lleva más que a otros.

  • ¿Qué te dices a tí mismo?

Puede que te digas, «uy, como siga así, vamos a terminar como los de Hermanos Mayor, o teniendo que intervenir los servicios sociales…» películas de ese estilo, te aseguro que no te ayudan. Ese tipo de pensamiento puede estar añadiendo más estrés a la situación.

También puede que te plantees que te mueres de vergüenza porque todos tus sobrinos son súper obedientes y a ti te ha tocado la china. O que nadie te entiende por el infierno que pasas y encima estés de mal humor y peleada con el mundo porque esto te supera.

Puede que tu niño te caiga mal cuando se pone así. No es tan raro.

Luego sigue por esta otra pregunta:

Cuando estoy bien con él, ¿cómo me comunico?

  • ¿Siento temor?, ¿estoy en guardia?
  • Cuando tengo que plantear algo que no le gusta, ¿qué siento momentos antes? ¿me entra el miedo a mí? ¿la pereza porque me imagino el desastre que viene?

Cuando ya ha pasado el mal rato y has tenido la lucha horrible que seguramente esperabas con el consiguiente resentimiento y malestar por parte de todos los que estáis por allí. Responde entonces:

  • ¿Qué sientes?
  • ¿Qué piensas de tí mismo? ¿y de tu hijo?

Bueno, este es el primer paso. Has tomado conciencia de tu parte.

Verás que, aún no te he planteado que hagas nada, ni te he preguntado qué has hecho, solo te he preguntado por tí, por tus opiniones, por tus temores, y tus sentimientos.

Esto lo pongo en primer lugar para que veas cuánta carga hay en cada espectáculo de tiranía. Es como que compras una entrada para un circo y te van a hacer el espectáculo que más miedo te da. Sólo que tú no vas a usar látigo y silla.

2º Paso: ¿Qué has probado antes?

Vamos avanzando.

  • ¿Qué has probado antes?

Me imagino que aún está en tu cabeza las ideas de Super Nanny. Créeme, las he probado y, encima, como he tenido muchas oportunidades porque soy maestra, he comprobado que el efecto dura un cuarto de hora, chispa más o menos.

Es más, son técnicas muy contraproducentes si no tienes en cuenta la sensibilidad de la personita a la que le quieres cambiar la conducta.

-Pero , Trini- me dirás- eso está en los libros, las técnicas de modificación de conducta, ¿qué me estás diciendo?

Te digo que no me gustan. Sirven, sí. Pero no me gustan.

Mira, las típicas son ignorar, castigar y amenazar.

Todas ellas van en contra de los principios de supervivencia de nuestros cerebros, los de adultos y los de los niños, que encima están en desarrollo.

Y, ¿sabes en qué contextos se empezaron a probar? con animales. Y, ¿sabes en qué momentos de la historia se han puesto más en practica como estrategia para hundir la moral? en las guerras.

Sí, en las guerras. Cuestión de vida o muerte. Pura y dura.

Piénsalo bien, ¿tus luchas son cuestión de vida o muerte?

Bien, pues el uso de las técnicas de modificación de conducta está justificado en situaciones muy muy especiales, pero para educar sirve lo justo o casi nada. No voy a hablar más de esto en este post pero te digo que a la larga no te merecen la pena. Úsalas muy muy poco.

Total, ya has llegado hasta aquí castigando, ignorando, amenazando y ¿qué has obtenido?

Sentirte una rata peluda, tu hijo y tú os queréis menos, cada vez tienes que aumentar más la agresividad… y la cosa no mejora.

-Ah!- estás pensando ahora- pero yo uso los premios, eso le gusta a cualquiera, y eso no hace daño.

– Pues también he pasado de premios. También fueron contraproducentes- te lo digo con conocimiento de causa, de muchos años de causa, que ya voy para vieja.

Mira, mi alumno David era muy cabezota. Le costaba lo más grande todo lo que le pedía. Era un alumno con trastorno específico del lenguaje muy grave y yo, lo que le pedía en mis sesiones, era que sacara lenguaje. Obviamente, no estaba cómodo. Ni chispa de cómodo con ese esfuerzo. Yo tenía por aquel entonces la creencia, sustentada por años de estudio en los que me habían explicado que este recurso estaba para ser usado, de que con premios la cosa iría mejor.

Bueno, pues se convirtió en el chantajista número uno del reino. ¿Quién estaba modificando la conducta de quién? Si cuando veía que ya se me habían agotado los gusanitos y los chupachups, se negaba a trabajar, directamente.

Vale. No sabías otra cosa. Yo tampoco cuando empecé a trabajar y por eso, por ver que al final eso estropeaba mi relación con los niños y que ni siquiera me traía, ni a mí ni a ellos, los beneficios esperados, lo fui dejando, y ¿qué pasó?

NADA. No pasó nada por dejar de castigar, de amenazar y de amedrentar.

Pero, ¿cómo los controlabas?

Con AMOR en vez de con MIEDO.

¿En?

-Esta está loca- estás pensando.

Sí, a lo mejor estoy loca pero me va muchísimo mejor.

Sentadas las bases de mi relación con los alumnos que cada año conozco, a la pregunta de si les voy a dejar tiempo con el iPad para jugar a algo, o les voy a dar algún otro tipo de premio, les contesto que no. Punto.

-Y ¿hacen lo que les pides?- piensas mientras se te ha quedado frío el café.

(Si no te has hecho un café o un té, te lo estás montando mal, mímate un poco).

Te confieso que hay niños que intentan tensar la cuerda. Que me amenazan/chantajean por que no les ofrezca un premio. Sí, y aguanto. Estoy convencida. No hay más.

Eso sí. Yo no aburro. Yo no les pido cosas imposibles. Ni los pongo en situaciones tan incómodas como para necesitar un premio. El premio es avanzar y aprender cosas. En el caso de que piense en el colegio.

En el caso de mi casa con mis hijos, el premio es hacer las cosas mejor.

3er Paso: Respira y piensa. Alternativas.

Mira, muchas veces, solo con respirar es suficiente para no engancharte con las rabietas o los desafíos.

Si has visto que en el primer paso hay mucha carga emocional tuya, puedes probar el con el tapping, que es una técnica simple, rara (te aviso porque a mí me costó al principio) pero muy eficaz para enfriar las emociones desagradables. De nuevo, lo que hay que hacer, por ahora, es para tí. Es lo que tú sí puedes hacer por ti en esa situación.

Luego de frenarte, que por cierto, si te ves las entradas del cerebro cocodrilo y elefante, vas a entender mucho de lo que te pasa a tí y a tu niño en esos momentos, piensa, busca alternativas.

La primera que se me viene a la cabeza: deja que pase el enfado. No lo intentes convencer. Deja que pase.

Dejar que pase no es ignorarlo, es acompañarlo en su enfado diciendo que está enfadado y que en ese momento no le viene bien nada.

Da la información justa. No te enredes con explicaciones. Anda firme ahí. Nadie se muere por exceso de límites. De lo otro ya es más discutible.

Para conseguir la colaboración debes haber entrenado el acompañamiento en esos enfados, que tú vuelvas a ser su persona de confianza. Mientras no consigas conectar eso estará en el siguiente nivel.

Cuando esa conexión emocional se produce, salen solas las soluciones porque ya pueden escucharte mejor y no sienten que hay lucha.

Hay más, muchas más opciones pero prueba el primer paso. Igual, cuando tomes conciencia de tu parte, bajen mucho los conflictos.

Si te ha parecido útil la entrada comenta, te leo.

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