Desde lo que no te habían contado sobre ser padres hasta lo que he aprendido por el camino. El camino de los errores.
Jane Nelsen y Linn Lot rescataron las enseñanzas de Alfred Adler y Rudolf Dreikurs para ayudar a las familias a tener una respuesta acorde a los retos actuales.
Desde que empecé en esto de ser madre me he encontrado con mucha información. En mi primer embarazo ya me empapé de consejos a través de internet y libros en los que te contaban lo que te ibas a encontrar.
La realidad es que ni el parto del primero, ni el del segundo hijo, se parecieron en nada a lo que me habían contado los libros, los cursos de preparación al parto o los artículos de internet. Estas informaciones fueron completamente desacertadas.
Lo siguiente, fue darme cuenta de los retos a los que esta sociedad de la información nos enfrentaba en la educación de nuestros hijos. Que los niños acceden a contenidos divertidos o peligrosos fácilmente y a cualquier hora, por ejemplo.
Los problemas actuales no se iban a solucionar simplemente con un estilo de educación más autoritario. Tampoco con un estilo educativo más permisivo.
Ahí seguimos, muchos padres y madres, oscilando entre un estilo y otro. Las parejas se echan en cara cuándo son más autoritarias, cuándo son más permisivas… y los retoños creciendo.
Crecen, pero en cierto caos y con los límites confusos, muy confusos.
Como maestra me encuentro muchos casos de niñas y niños perdidos. Unos que parecen mandar más de lo que están preparados por su madurez en casa. Otros que pueden tener muy poca autonomía y estar sobreprotegidos en exceso.
También niños a los que se les tiene muy poco en cuenta, pero se les exigen resultados académicos brillantes. Quizá sus propios padres han entrado en la competitividad feroz del momento actual.
En medio de este panorama, de vez en cuando escucho: «pues mis padres no se ponían a estudiar conmigo». Cierto totalmente, pero antes las cosas eran de una manera y ahora son de otra muy distinta.
Nada nos ha preparado para mantenernos a flote con los retos actuales. En nada se parece a lo que se enfrentaron nuestros padres.
Esos grupos de guasap de padres, ¡por Dios Bendito!, no nos dejan ESTAR con nuestros hijos. ¿Esto es ser padres?
En cierta ocasión me di cuenta que el grupo de madres de la clase de mi hijo estropeaba mi relación con él.
Ellas comentaban lo que había de deberes, yo confiaba más en la información de mis iguales, que en la que mi hijo me contaba. Tenía la creencia de que me mentía, que me ocultaba información…..resultado: lo entrené para que ocultara información, pues él prefería no dar su información para que yo no la contrastara.
Esta es la pescadilla que se muerde la cola… de manual básico de padres , el cual nunca nos dieron. El resultado, me salí del grupo de wassap.
Fui la madre rara y antisocial. En las otras «utilidades» de estos grupos, menos mal que tenía una madre amiga (¡gracias Pitu!) que me avisaba para poner el dinero en el regalo de la maestra, no fuera a quedar mal encima, por ser fiel a mí misma. Cuanto más aislada informativamente estaba, más confiaba en mi hijo.
¿Desde cuándo los niños nos lo tienen que contar todo?
Consejo: «Cuando les pillas en una mentira, dales una salida digna». Ya hablaremos del perropulisía que llevamos dentro.
Hay otros síntomas de que la cosa no funciona. Si repetía formas de educar, tal y como yo las había vivido en mi casa, muchas veces el resultado no era el esperado. A veces pecaba de exceso de autoritarismo y encima me sentía como una rata peluda.
Otras veces, pasaba del autoritarismo y, más que por permisividad, por puro cansancio, dejaba pasar ciertas cosas. El resultado volvía a no ser el deseado.
Lo que tampoco nos contaron es que las madres/padres a las 9 de la noche íbamos a estar reventados, convirtiéndonos en lobos para nuestros hijos. Eso lo contaban solo de las madrastras, no de las madres…ay!
Nuestros cachorrillos, después del baño están tiernos para irse a dormir, pero les damos una dosis de energía en forma de filetito de pollo o tortillita.
Estas raciones harán que tengan ganas de 3 cuentos al ir a dormir, pero tú a esa hora no cuentas los cuentos ya como te gustaría, sino de una mala onda importante, y ellos, un besito, y luego otro, y luego tráeme un nosequé, hasta que al final das un bocinazo y otra vez te conviertes en rata peluda… Resultado poco deseable.
Luego están facebook y demás redes sociales, todas llenas de «las cosas que un padre nunca debería hacer» o «los 5 consejos para tener hijos felices», te los lees, te los estudias, y el resultado vuelve a ser desastroso, te sientes rata peluda o símplemente incapaz de asumir tanto Tip de las narices, aderezado con fotos de primeros planos de padres enfadados, con niños llorando al fondo desenfocados.
Después de verme mucho programa de televisión basado en técnicas de modificación de conducta, que ya estudié varias veces en varios estudios universitarios, me dí cuenta que modificar las conductas tiene el peligroso resultado de desconectarnos de nuestros hijos.
Desconectarnos, en el sentido de que las conductas son inherentes a ellos y aplicar esas técnicas de forma adecuada, es sencillamente muy complicado por lo que es preferible dejar esas técnicas para cosas muy concretas.
Lo cierto es que las tres típicas herramientas básicas que son: los castigos, las amenazas y los sobornos, tienen un recorrido muy corto y no ayudan exactamente a enseñar nada, mas bien adiestran.
Como el ser maestra me ha dado la posibilidad de practicar con muchos niños y niñas, ya había descartado esto de modificar la conducta como si fueran los niños animales de laboratorio, y un día descubrí a Rudolf Dreikurs que dijo «un niño que se porta mal es un niño desanimado”.
Anda que no! niños desanimados he visto muchos, muchísimos, porque soy la maestra de Audicion y Lenguaje y mis alumnos suelen estar más cercanos al fracaso que al éxito, y sí, suelen portarse regular cada vez que se enfrentan a tareas que yo sé que son difíciles para ellos.
Pues esto me hizo replantearme ¿qué le estamos pidiendo a los niños?
Seguí formándome en estas ideas sobre las escuelas democráticas y el principio de horizontalidad. Tengamos en cuenta que Dreikurs y Adler, padres de la disciplina positiva, eran judíos que fueron a EEUU en la época de la Segunda Guerra Mundial.ç
Ellos promovieron la idea de que toda persona merece ser tratada con la misma dignidad y respeto, ¿por qué iban a ser menos los niños?
¿Qué mensaje estamos dando a un niño cuando usamos nuestros galones de personas adultas para tratarlos sin respeto?
Después de trabajar muchos años en un colegio de educación compensatoria, si algo he aprendido es a tratar a esas almitas lastimadas con respeto.
Ellos han notado esto y a mí me han devuelto, en la mayoría de las ocasiones, respeto y cariño también. Así que es un método que no falla, o falla poquísimo.
La base de este cambio de paradigma está apoyada en la psicología Adleriana. Adler habló de psicología individual, por la cual cada persona se forma sus propias creencias a partir de sus vivencias.
Los niños perciben el mundo de una forma a su alrededor, se forman una creencia sobre él y actúan en consecuencia con esa creencia.
Por ejemplo, un niño, hijo único, observa que todos están muy pendientes de él, se forma la creencia de que todo lo que hace es fabuloso y actúa como si todo el mundo fuera a reconocer lo increíble que es. La realidad es que cuando llegue al colegio y no lo vean tan fantástico se extrañe bastante con esto.
Otra idea de Adler muy certera es que un individuo es más saludable cuando siente que aporta algo a la comunidad y la comunidad lo tiene en cuenta.
En el colegio y en la familia esto es muy evidente, los niños que son tenidos en cuenta por los demás son más alegres y activos aportando ideas.
Dentro de las familias se da mucho el pensar en nuestros hijos, dónde ir con ellos, qué hacer, cómo, con quién… pero la mayoría de las veces no los tenemos en cuenta en estos planes. Hacemos mucho para ellos pero no con ellos.
Esto no quiere decir que tengan ellos que decidir cosas para las que no están capacitados, pero mucha frustración bajará si escuchamos sus preferencias y sus gustos. Mejora todo si las tenemos en cuenta.
Jane Nelsen y Lynn Lot hacen un resumen muy bueno del comportamiento que suelen tener los adultos con los niños «¿por qué para que un niño se porte mejor hay que hacerlo sentir peor?
Ay! esa frase me dolió. Es que he visto causar tantos estragos a la culpa y la vergüenza que esta sentencia resume muy bien el efecto. buen comportamiento a costa de qué.
Sencillamente soy fan, muy fan de la discipline positiva porque en ella he encontrado herramientas fáciles de ir implementando en la vida familiar y en la escuela.
Se empieza por mejorar la conexión emocional… paso de la modificación de conducta en general, ¡arriba el cerebro del niño de Daniel Siegel y Tina Payne!.
Continuamos con darnos cuenta de cuando estamos capacitando a nuestros hijos o no.
Analizamos nuestra forma de comunicarnos, cuándo somos amables y firmes a la vez, que una cosa no está reñida con la otra.
Entendemos la creencia que hay detrás del comportamiento.
Los niños quieren que los tengamos en cuenta, si llaman la atención es por algo, pero si se portan peor que llamando la atención es que se sienten muy muy mal.
Nos tomamos los errores como oportunidades para aprender, de hecho, sin evidencia negativa no hay aprendizaje, es decir, sin corrección no se aprende.
Por último, y más importante, cuidamos de nosotros mismos, porque no hay una suerte mayor que tener unos padres felices, que se conocen a sí mismos y cuidan de estar bien.
En los talleres para padres se aprende mucho, se aprende de equivocarse, de que se equivoquen los demás y de saber que los problemas se llevan mejor acompañados.
A lo largo de este año tengo preparados otros posts en los que iré desarrollando estas ideas que han hecho de mí una madre más segura y confiada y una maestra con mucha fe en mis alumnos.